El tren

No te da ni tiempo a percibir la brisa que desprende la velocidad del tren, y te piden que describas su destino. Apenas conozco el banco de la estación en la que reposo, mucho menos la estación, y ni hablar del tren ni sus paradas. No me he levantado desde que llegué, quizá por miedo a saber dónde estoy o quizá porque, como algunos dicen, en el no saber reside la felicidad. Pero, ¿y si me levantara? ¿Y si los ojos no fueran suficientes? ¿Y si fuera tan sencillo como levantarse y escuchar? ¿Y si …? Pero permanezco acomodada en el banco, esperando la respuesta de preguntas que no formulo,  deambulando por las posibles explicaciones,  con el deseo contradictorio de conocer e ignorar, con más miedo que alas y más viento que alma. Esperando a qué, ¿voy a subirme al tren?

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