Allí

Cerré los ojos y con incertidumbre me sumergí en ese mar de aguas gélidas donde ni el más claro recuerdo es nítido ni el más lejano es ya tan remoto. En ese lugar donde ni con la más gruesa pelliza puedes mitigar el frío proveniente del corazón implacable que late con vehemencia pidiendo que se le apremie. Desde allí puedes otear el amasijo de sensaciones fugaces que deambulan sin reparar en la innata necesidad que tienes en esconderlas, para que ni el más embaucador de tus sentidos pueda expirar con la más escuálida. Cerré los ojos y me sumergí allí donde se delimita a la alimaña y se embelesa a lo inhóspito para convertirlo con saña en el enlace entre la más mísera alma y la más banal conciencia. Cerré los ojos y con desasosiego sucumbí al poder de aquel lugar, cerciorándome tórridamente que viviría con holgura exiliado de toda represalia.

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