Hametsu (ruina)

Da las gracias por lo que tienes, dicen. Agradece tener un techo, comida en el plato, ropa nueva para cada día.

Dicen los que no han visto la deformación de la ciudad, lo que no han escuchado a los trabajadores quejándose de la precariedad de los sueldos.

Odio esta ciudad, odio este país. Este país lleno de mentiras, que no tiene definición posible, que no encaja en la lógica de un país primermundista. Ciudadanos primermundistas, conviviendo a diario con personas del cuarto mundo. La resiliencia del ser humano y su capacidad de supervivencia puesta a juego día tras día. El declive de la economía, sumándose a esta la crisis sanitaria y social que estamos viviendo. ¿Es que los gobiernos no piensan hacer nada al respecto?

Las inocentes palabras de la gente que aún tiene la visión tapada por la venda verde de la esperanza, que ve en esta situación un nuevo comienzo; yo únicamente veo su fin. La ausencia de futuro posible en mi propio hogar, el lugar donde he nacido y en el que por desgracia me quedan años por vivir. Aún así, hay momentos en que mi fuero más interno se pregunta: ¿y dónde estaría mejor que aquí? ¿Acaso pienso que otros países están menos sumergidos en las aguas negras?

La bilis que escupo cada vez que hablo sobre esta, mi patria, me impide ver más allá del mapa, lugares llenos de luz; lugares únicamente existentes en mi imaginación.

Odio este país, lleno de engaños, falsos espejismos. Las vacías e hipócritas palabras de los gobernantes; el “gran país” que se está sumiendo en la miseria, dejando únicamente las sobras de los que un día fue. Lo insostenible de las acciones que se llevan a cabo, el querer ayudar y no recibir nada a cambio. El volver a vivir como vivieron nuestros familiares más pasados; este retorno a la pobreza de años atrás. Se llenan la boca de halagos, de bonitas frases de progreso, de las nuevas infraestructuras que piensan construir en las cenizas de una vieja ciudad, sin darse cuenta de lo hondo que pueden llegar a hundirse si ponen un pie en ellas. Como si una montaña de paja se tratara, te ahogas en tus propias esperanzas, esperando que alguien quite todo el peso sobre tus espaldas.

Y se preguntan por qué nos queremos ir. Se preguntan por qué llegamos a casa agobiados de los aires enfermizos de esta ciudad; este barrio, un día tan luminoso y resplandeciente, al día siguiente tan inundado de sombras.

“Bendición es haber nacido en este país”.

Bendición sería no haber nacido en este mundo lleno de hipocresías. No haber aterrizado en el mundo al que nadie viene por su propia voluntad; mundo que debe agradarte a la fuerza. Debemos estar agradecidos por una existencia efímera, no solicitada e indeseada.

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