El colegio y su final

En aquellos momentos, el colegio por lo general no era precisamente amado, nada más lejos de la realidad, era un lugar aburrido donde dada la circunstancia, el momento y la compañía se vislumbraba un ligero atisbo de alegría. Ya fuera porque el profesor que tenía clase en ese momento fuera cercano y divertido, o que casualmente te había tocado con una persona afín a ti al lado, o que simplemente era la hora del recreo, un lapso de tiempo de unos escasos 25 minutos donde podías juntarte con quien querías y jugar a lo que querías con el propósito de descansar la mente de las clases que habías tenido, solían ser tres.                                                                        

El momento de salir del colegio, el instante en el que sonaba esa característica alarma, no olvidaré jamás ese sonido tan relacionado con la alegría, ya que se utilizaba generalmente para marcar el inicio del recreo o la salida de clases.

Cuando ya estás fuera del colegio, te dispones a ir a tu casa, a volver a tu hogar, al sitio donde te sientes seguro, para comer, y luego volver, o cuando ya ha finalizado la jornada colegial y no vuelves hasta el próximo día. El final de jornada solía ser a las 17:00, al igual que el principio era a las 8:00 si pertenecías a la Secundaria, esta empezaba cuando llegabas a los 13 años,  se resumía como la ESO, Educación Secundaria Obligatoria.                          En mi caso, cuando volvía a mi casa me topaba con un bar, el típico bar de mi época, un bar de personas cercanas, con un adorno de un vaso con tres bolas de helado, después veía un parque, aunque dudo que se sepa lo que es en el momento en el que se esté leyendo esto. Un parque era en mi época un sitio donde los niños pequeños jugaban, la mayoría de veces, estaba constituido de un tobogán, que era unas escaleras de escasa altura que llevaban a una superficie inclinada donde los niños se podían deslizar. De un tobogán siempre iban acompañados unos columpios, estos eran una estructura de dos patas con una barra arriba que las unía, de esa barra colgaban dos cadenas sosteniendo una superficie pequeña donde los niños se podían balancear y divertirse, para ellos era pura adrenalina.      

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