En diez años…

Hace aproximadamente unos 8 años, recuerdo que alguien me hiciera esta pregunta. Yo tenía unos 7 años y recién llegada a este colegio me escogieron para un programa, donde la gran pregunta era esa, ¿dónde te ves en un futuro? Contesté seguramente una animalada, como que viviría en una casa enorme y esas típicas cosas que dices cuando eres pequeña.

Ahora me vuelvo a encontrar con la misma pregunta, aunque muchas cosas han cambiado. Mi percepción del tiempo ha variado mucho, me he dado cuenta de que solo necesitamos un simple segundo para que las cosas cambien completamente, porque, ¿quién nos diría que acabariíamos encontrándonos en esta situación?

Puede que las cosas den un giro de 365 grados, pero yo solo pido que en 10 años siga rodeada de las personas que me han demostrado que les importo. Quiero que en ese momento pueda mirar atrás y estar orgullosa de todas las decisiones que me han llevado a ese punto. Pero lo único que espero es que en ese momento sea feliz.

“Selection” (Kiera Cass)


America Singer, la joven y bella protagonista de esta novela tiene la oportunidad de subir desde la clase menor social a la mayor con una simple elección. Deberá enfrentarse al objetivo de conseguir ser la princesa de Maxon, el heredero del trono.

Pero…¿Qué será capaz de sacrificar?¿Podrá olvidarse de sus incontrolables sentimientos hacia Aspen, su gran amor platónico?

“No me pregunten…” (Michel Foucault)

Michel Foucault, era entre otras cosas filósofo francés del 1926. Uno de sus objetivos principales era la desnaturalización de los sistemas de clasificación a los que estamos habituados.

Foucault lo escribió en la introducción de su obra, “Arqueología del saber”. Él respondió a las críticas, dejando a relucir la potencia de un pensamiento y su capacidad de herir.

Estos planteos nutrieron a teorías y a muchas de las corrientes que se inscriben dentro del pensamiento feminista.

“Llámame por tu Nombre” (André Aciman)

Estas últimas semanas he empezado con la lectura del libro Llámame por tu nombre, de André Aciman.
Puedo asegurar que cada vez que empiezo a leer me transporta a la Italia del Norte de la década de los ochenta, a las pequeñas ciudades costeras de donde esta basada la novela.
Llámame por tu Nombre es la historia de un repentino y poderoso romance que crece entre un adolescente, Elio, y un estudiante estadounidense. La historia de una atracción que florece vertiginosamente durante las semanas del verano, y que desentierra los miedos, deseos y pasiones de Elio. Es un libro lleno de diálogos inteligentes que reflejan los pensamientos de una mente adolescente e insegura, y que captura la pasión humana de una manera inolvidable y atrevida.
Personalmente, lo recomiendo a todos aquellos lectores más jóvenes que disfrutan con buenas novelas de romance adolescente.

La mente del joven desorientado

Cientos de voces penetran mi mente, es un calvario, algo incontrolable, realmente, es una agonía. Mi cabeza es mi propio reino, hay momentos donde mi mente se hunde en recuerdos lejanos, preciosos y, lamentablemente también horribles. A veces pienso en cómo me irá en futuro lejano, pequeñas pinceladas de lo que puede ser mi vida.

Esos momentos a los que se les denomina tener la mente en blanco, yo los llamo viajar a la mente, esa sensación de perder la noción del tiempo, de dar rienda suelta a tu imaginación. Ha habido ocasiones en las que las lágrimas se han resbalado de mis ojos, todo por profundizar en mis pensamientos más tristes, hay momentos donde olvido lo sucedido y tengo que retroceder para refrescar mi memoria. Mi mente es mi psicólogo personal, y a la vez, mi mayor enemigo, me hace reflexionar y darme cuenta de las cosas, torturándome con mis debilidades y miedos más profundos, los cuales me llenan de prejuicios. Estos me han cambiado como persona, me han debilitado y han creado una mala imagen de mí mismo. Mi autoestima en segundos ha decaído por simplemente eso: pensamientos!

Algo que realmente me apasiona de mi mente es la capacidad de poder crear mundos en mi cabeza, repletos de personajes ficticios, o reales, mundos llenos de fantasía, guerras, seres que provienen de mi imaginación, donde todo está explicado y creado a mi manera. Si divago y cierro los ojos me transporto a esos lugares y me siento feliz. Ahí todos son como me gustaría, con mis propias reglas. Aun así, no puedo esperar a que se haga realidad, sé que todo eso es irreal. No hay esperanza de que se cumpla.

Memorias del recuerdo

En el mismo instante en que aquel trago de leche mezclado con el sabor a pastel tocó mi paladar, el recuerdo se hizo presente. Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi abuela me daba los domingos por la mañana. Tan rápido como distinguí el sabor de aquella magdalena, apareció la casa color ocre, y con la casa la ciudad, la plaza, las calles y el edificio en que pasaba tantos días con ella. La puerta del edificio se abría y con solo dar un paso el aroma de la cocina de la abuela se sentía e inundaba mi nariz. Ella me decía siempre que hay que cocinar lento, muy lento y a fuego lento para poder disfrutar de la cocina y de sus aromas. La paciencia es la que despierta los sabores, decía ella entre sonrisas.

El olor de la infancia se introdujo en mi nariz y me produjo una sonrisa que no había tenido desde que la abuela no estaba conmigo, sus besos eran dulces, tan dulces que olían a chocolate. Ella era única, cocinaba en la cocina platos deliciosos, pero fuera de la cocina cocinaba mi felicidad y la sigue cocinando cada vez que algún dulce aroma recorre mi cocina y crea en mi mente un recuerdo con ella.

Aquellos sabores, que forman parte de nuestra vida, despiertan nuestros sentidos y hacen disparar aquellos recuerdos y sensaciones que son únicos.

Para mí hay un sabor que por encima de todos es el que más me gusta, lo que me transporta a mi infancia, aquella época donde todo era perfecto: el sabor a chocolate que tomaba en la cocina.

Sentimientos nocturnos

Noche. Oscuridad. Me voy a dormir obligada por mis padres. Todos tienen sueño pero ese no es mi caso, es ahí  cuando todo empieza. Comienzo a dar vueltas en la cama o simplemente miro la oscuridad de la habitación. En ese momento lo único que hay conmigo son mis pensamientos, mis más profundos e íntimos pensamientos.

Pero hay un sentimiento que resuena más que los demás. Un sentimiento tan profundo que a veces rasguña mis entrañas tan fuerte como si las mismas zarpas de un animal lo hicieran. Un sentimiento que hace que me retuerza. Es como bailar solo cuando las parejas bailan a tu alrededor. Te sientes fuera de lugar. Te sientes sola. Un sentimiento de soledad casi tan grande como el universo. Es como vagar por las estrellas sin un punto fijo al que llegar.

Cuando por fin caigo rendida ante el cansancio me invade una sensación que parece ayudar a alejarme de esa soledad, o al menos por unas horas. Al levantarme todo son distracciones para no pensar en aquello que me atormenta, o, al menos, no hasta que la noche vuelva a caer y la luna vuelva a iluminar el océano al que llamamos cielo.